Las
oraciones que toman su origen de una piedad popular de siglos suelen unir a la tierna
devoción que las caracteriza una profundidad teológica maravillosa. Algo que
por lo general no logran alcanzar las oraciones confeccionadas en los modernos laboratorios de
pastoral litúrgica. El «Bendita sea tu pureza» me parece una buena muestra de
ello.
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