La
cuarta y última de las razones que ha desvalorizado el culto católico es el
evolucionismo litúrgico. “La cuarta idea expresa el evolucionismo
imperante", señala Trower. La liturgia debe estar cambiando
constantemente porque la situación de la
gente también lo está”, (p. 716). De esta manera la liturgia ha sido
sometida a un estresante movimiento en el que muchas veces ni siquiera se
percibe la finalidad hacia la cual se camina. Aquí Trower parece alegar un grave
error de orden antropológico: “una liturgia constantemente cambiante,
viola los principios socio-antropológicos fundamentales según los cuales lo que
la gente quiere y necesita con el culto, por encima de todo, es permanencia y
estabilidad” (p. 716). Ya lo había advertido Nicolás Gómez Dávila, con
su agudeza característica: “Innovar en materia litúrgica no es
sacrilegio, sino estupidez. El hombre sólo venera rutinas inmemoriales”.
En efecto, una liturgia que no refleja la inmutable estabilidad de lo divino y
trascendente pronto deviene en mero espectáculo, perdiendo así su valor
intrínseco. Se ha pretendido poner freno a este evolucionismo multiplicando en
los libros litúrgicos las posibilidades de realizar determinados ritos. Así,
por ejemplo, en la última edición típica del misal romano se recogen hasta trece
formularios posibles de plegarias Eucarísticas, algunas de muy escaso valor
teológico y espiritual, cerca de cien prefacios, alternativas varias de saludos
al pueblo, de actos penitenciales, de bendiciones, admoniciones y un largo etc.
Es cierto que la presencia de alternativas puede servir para expansionar el
espíritu de quienes parecen asfixiarse ante el exceso de rúbricas o la
repetición cotidiana de gestos y oraciones; pero también es verdad que la
presencia de múltiples formas para cada acción litúrgica, ha sembrado un cierto
relativismo en el clero; por ejemplo, no sería nada extraño que alguien razonara de este modo: si existen más de
cien prefacios, ¿qué impide que yo invente otro más para tal o cual celebración?
Aunque se trate de alternativas previstas por la autoridad competente, la
multiplicación de posibilidades en los ritos de la Iglesia, sin negar que en
muchos casos haya supuesto un enriquecimiento, por desgracia también se ha
prestado para favorecer la creatividad y consolidar la idea de que en el fondo,
en liturgia, da igual hacer las cosas de una manera o de otra. La misma sustitución
del término canon (regla fija) por el de plegaria eucarística me parece muy
reveladora al respecto.
Como
estas ideas portan en sí mismas los gérmenes de su propia descomposición, Trower
concluye de modo irónicamente optimista: "Si estas opiniones fueran a perdurar, sería
el final, no solo del rito latino, sino de cualquier otro rito. No creo que
perduren, porque allí donde lo hicieran, la asistencia a Misa y las vocaciones
sacerdotales caerían en picado. Finalmente morirán aunque tengan una vejez
protegida” (p. 716).
Entradas anteriores sobre el tema: razones I, razones II, razones III
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