Copio
a continuación una carta del Cardenal Jorge A. Medina Estévez aparecida en el
diario El Mercurio el pasado miércoles 18 de febrero. En ella modera las ilusas
expectativas del padre Costadoat S.J., empeñado hace tiempo en crear
una atmósfera favorable a la idea de que la Iglesia debería modificar su
doctrina sobre el matrimonio, la sexualidad y la admisión a la sagrada Comunión
de personas en situación matrimonial irregular.
Señor
Director:
El
artículo del R.P. Jorge Costadoat, S.J. ("Comunión para divorciados
vueltos a casar", viernes 13 de febrero), aborda un tema complejo y
doloroso. Nadie ignora los sufrimientos de las personas que están en esa
situación ni tampoco los de tantas mujeres abandonadas por sus maridos, así
como los de sus hijos.
La
Iglesia puede modificar normas disciplinares, pero no tiene autoridad para
cambiar lo que el mismo Señor Jesús ha establecido. Es extraño que en el texto
del P. Costadoat no aparezca ninguna mención explícita del adulterio, situación
claramente descrita por Jesús en Mt 19, 9; Mc 10, 11s; Lc 16, 18, y
repetidamente mencionada por San Pablo en los varios catálogos de pecados
incompatibles con la condición cristiana señalados en sus cartas.
¿Tiene
presente el P. Costadoat la enseñanza del Concilio de Trento que define el
arrepentimiento como "dolor del alma y detestación del pecado cometido,
unido al propósito de no volver a cometerlo"? ¿Olvida el P. Costadoat la
clara enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica en sus nn. 1648 al 1651,
aprobado con alto compromiso de su autoridad apostólica, por el Papa San Juan
Pablo II?
Es
cierto que la mentalidad reinante, en que nada parece ser estable y definitivo,
plantea interrogantes acerca de la validez de algunos matrimonios contraídos
ante la Iglesia y ese tema debe estudiarse. Pero sería un criterio
pastoralmente muy negativo, además de doctrinalmente inaceptable, el de dar a
personas que viven en pecado grave la impresión de que su situación es buena, o
por lo menos aceptable, y que por lo tanto pueden recibir con tranquilidad de
conciencia el Cuerpo y la Sangre del Señor.
Recibir la Comunión en
estado de pecado es un gravísimo pecado de sacrilegio, mencionado ya por San
Pablo en 1 Cor 11, 27-29. En momentos de confusión es preciso adherir
firmemente a la verdad, aunque ella comporte abrazar la cruz de Cristo.
Cardenal Jorge A. Medina
Estévez
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