Copio
de una interesante carta aparecida en el Mercurio de Santiago el pasado 3 de
noviembre, algunas consideraciones que un joven filósofo nos ofrece sobre el
estudio de la lengua latina.
"El
latín que debería estudiarse como disciplina obligatoria en las escuelas
humanistas y en las universidades es, nada más ni nada menos, la lengua en la
cual se plasmó el genio de épocas completas. Estudiar latín es introducirse en
una gran odisea del espíritu humano, es sentarse a conversar con poetas,
filósofos, oradores, concilios, teólogos, juristas, astrónomos y goliardos. Es
darse cuenta de una gran verdad: sin estos personajes que pensaron y hablaron
en latín, hoy estaríamos probablemente en las cavernas, comiéndonos los unos a
los otros.
Sentarse
a traducir, lentamente, las frases de algún vate o las sentencias de algún sabio,
descubrir cómo nuestro castellano revela etimologías deliciosas, admirar la
estructura y confección de frases musicales y recónditas, y darse cuenta de que
somos herederos de un caudal aquilatado por muchos siglos es, entonces, como ir
a un concierto de J. S. Bach o admirar una puesta de sol. Una actividad
gratuita, pacífica, intensa y feliz".
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