Recojo un extracto del ensayo Hispanoamérica del dolor (1947) del gran hispanista e historiador chileno Jaime Eyzaguirre (1908-1968). La lectura de este notable ensayo es indispensable para hacer frente a las visiones ideológicas y anticatólicas de la conquista española, en su intento por reescribir la historia de lo que fue una grandiosa hazaña cultural y evangélica.
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«No le toca al español, como al inglés, sembrar sobre tierra baldía o desatar raíces incrustadas. Llegó en el ocaso de las espléndidas civilizaciones a inyectar savia nueva, a fundirse con ellas para labrar al unísono un futuro de posibilidades no previstas. El inglés quiso arar lo vernáculo y trasplantar su civilización con cautela, para librarla de los contagios autóctonos. El español se volcó con pleno desinterés y generosidad, dando y recibiendo. Por eso lo que brota en Iberoamérica ya no es la planta europea intacta, sino una tercera dimensión de sangre y cultura, enriquecida con aportes dispares y orientada a nuevos y no soñados destinos. Un Garcilaso de la Vega, inca, en el Perú, y un Alba Ixtlixóchitl, en Méjico, hablan del genio mestizo en buena lengua de Castilla; y en los templos de Puebla y Potosí, y en las tallas y lienzos de Quito y el Cuzco, por sobre el barroco de estirpe española, aflora la naturaleza exuberante de las razas indígenas, que dejan oír su palabra en el concierto espléndido de la creación artística.
Es verdad que Iberoamérica ya no es España, pero
también es verdad que sin ésta, aquélla no habría existido. ¿Qué vínculo ligaba
a las tribus, qué solidaridad geográfica, aparte del nexo lugareño, se advertía
en ellas antes que el español viniera a dárselas, fundiéndolas a todas en el
común denominador católico y cultural? Por eso lo español no es sólo un
elemento más en el conglomerado étnico. Es el factor decisivo, el único que
supo atarlos a todos, el que logró armonizar las trescientas lenguas dispares
de Méjico y hacer de Chile, no ya -el mero nombre de un valle, sino la
denominación de una vasta y plena unidad territorial.
El español saltó por sobre las dificultades que le
imponían las distancias geográficas, los particularismos de tribu y las
diversidades raciales, para producir el milagro de la cohesión americana. Por
eso lo que se haga por echar en olvido el nombre español en estas tierras y
querer oponer a él una revalorización hiperbólica de lo indígena, irá en
derechura a atentar contra el nervio vital que ata nuestros pueblos. Todo lo
que las viejas civilizaciones pudieron tener de valedero en el momento de
plena decadencia en que las sorprendió la conquista, fue guardado y defendido
por los mismos españoles, que trajeron a tiempo el instrumento de la escritura,
desconocido por los indígenas, para perpetuar la historia y tradiciones de los
vencidos».
El breve ensayo de Eyzaguirre puede leerse aquí: www.cepc.gob.es
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