Publico este breve texto traducido al español sobre algunos motivos que ayudan a entender mejor la importancia del latín, tanto en el ámbito de la cultura como en la vida de la Iglesia.
Fuente: itresentieri.it
¿Por qué el latín es importante?
Hay varias razones para comprender la importancia de la lengua latina.
La primera razón es formativa. Decir que estudiar las llamadas “lenguas muertas” es una pérdida de tiempo, es decir una gran tontería. Paradójicamente, la utilidad de las lenguas clásicas reside precisamente en su aparente inutilidad, que las hace capaces de trascender la dimensión meramente práctica para fundamentar una dimensión teorética: la forma mentis. Esto hay que decírselo especialmente a quienes desearían la eliminación de la escuela secundaria clásica.
Luego tenemos razones más específicamente eclesiales.
Es justo que la Iglesia tenga el latín como lengua oficial; en primer lugar, porque es la lengua que ella utilizó enseguida y de la que se sirvió prontamente para la evangelización. Luego, porque es una lengua supranacional, universal, y la Iglesia es católica, es decir, universal. Hoy se gusta hablar -pero de manera ambigua- de 'iglesia italiana', 'iglesia francesa', 'iglesia española'... ¡pero la Iglesia es una, y es la Católica, Apostólica y Romana!
Pero también hay una razón litúrgica.
La cuestión de la lengua en la liturgia es secundaria, pero no por ello irrelevante. Secundaria, porque lo que importa es la conformidad del rito con la verdad católica (hasta el punto de que nuestra elección del rito romano antiguo no es por nostalgia del latín, sino porque es plenamente conforme con la verdad católica). Sin embargo, que el latín es importante para la liturgia es indudable. Ahora nos limitamos a decir lo siguiente: la presencia de la lengua latina en el rito salvaguarda la dimensión del espacio, del tiempo y del misterio. Del espacio, porque su universalidad hace que el rito pueda seguirse en todos los lugares de la tierra. Antes de la llamada “reforma litúrgica”, la lengua de la Misa era la misma en todas partes: en Italia como en Indonesia, en España como en Nueva Zelanda. Del tiempo, porque siendo el latín una lengua “muerta”, es una lengua que no cambia y, por tanto, es más adecuada para expresar verdades teológicas inmutables. Del misterio, porque la lengua latina es una lengua que no se habla en la vida cotidiana; es una lengua no ordinaria (extra-ordinaria), y por lo mismo se presta mejor para significar los misterios de la liturgia que pertenecen al ámbito extraordinario de lo sagrado y no al de lo ordinario de lo profano.
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