lunes, 15 de julio de 2024

EL LLANTO DEL SALVADOR

San Buenaventura fue un asiduo contemplativo del Divino Crucificado. De una de sus obras místicas son estas palabras piadosas e incisivas sobre las lágrimas del Redentor:

«Para desahogar la ternura de la infinita piedad, el buen Jesús, fuente de toda misericordia, lloró por nosotros miserables, y no una vez sola, sino muchas. Primeramente en la tumba de Lázaro, después sobre la ciudad y, por último, en la Cruz, brotaron de aquellos piadosísimos ojos arroyos de lágrimas en expiación de todos los pecados; fue copioso el llanto del Salvador, que lamentaba ya la miseria de la flaqueza humana, ya la profunda ceguedad de los corazones, ya la suma perversidad de los obstinados en la malicia.

¡Oh corazón duro, insensato y perverso, digno de ser llorado como muerto a la verdadera vida!, llora por ti la Sabiduría del Padre ¿y tú entre tantas miserias te diviertes y ríes? Considera a tu médico que llora y haz, como en la muerte del hijo unigénito, llanto doloroso; día y noche, cual torrente, vierte lágrimas; no te des punto de reposo, no calles la pupila de tus ojos» (Jer 6, 26; Lament 2, 18).

San Buenaventura, El árbol de la vida, en Diez Opúsculos Místicos, Buenos Aires 1947, p.136.



 

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