Tres
breves reflexiones componen este hermoso triduo del cardenal
Newman en honor de San José. Son consideraciones bien concisas donde la piedad del
santo y la intuición del teólogo dan razón de los títulos más sublimes del
Santo Patriarca: Esposo de María, Padre del Hijo de Dios, Varón Santo.
TRIDUO A SAN JOSÉ
Considera los gloriosos
títulos de San José
Primer día
Fue el verdadero y digno
Esposo de María, supliendo de manera visible el lugar del Invisible Esposo de
María, el Espíritu Santo. Era virgen, y su virginidad fue el fiel espejo de la
virginidad de María. Él fue el querubín puesto para guardar el nuevo Paraíso
terrestre de la intromisión de cualquier enemigo.
V/. Bendito sea el nombre de José.
R/. Desde ahora y para siempre. Amén.
Segundo día
Fue suyo el título de Padre
del Hijo de Dios, porque era Esposo de María siempre Virgen. Era el padre de
nuestro Señor, porque Jesús le rindió siempre la obediencia de un hijo. Era el
padre de nuestro Señor, porque le fueron confiadas las obligaciones de un padre
y las cumplió fielmente al protegerlo, darle un hogar, sostenerlo, criarlo, y
proveerle un oficio.
V/. Bendito sea el nombre de José.
R/. Desde ahora y para siempre. Amén.
Tercer día
Él es el Santo José, porque
de acuerdo a la opinión de un gran número de doctores, lo mismo que San Juan
Bautista, fue santificado aun antes de haber nacido. Es el Santo José, porque
el oficio de ser Esposo y protector de María de manera especial demandaba santidad.
Es el Santo José, porque ningún otro Santo vivió en semejante y prolongada
intimidad y familiaridad con la fuente de toda santidad, Jesús, Dios encarnado,
y María la más santa de las criaturas.
V/. Bendito sea el nombre de José.
R/. Desde ahora y para siempre. Amén.
Oración final para cada día
Oremos
Dios,
que en tu inefable providencia elegiste al Bienaventurado José para ser el
esposo de tu Santísima Madre, concédenos, te lo pedimos, que podamos ser dignos
de recibir como nuestro intercesor en el cielo, a quien veneramos como nuestro
protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Fuente:
(John Henry Newman, Meditaciones y
devociones, Agape Libros, Buenos Aires 2007, p. 205-207)
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