Extracto
de la audiencia de Benedicto XVI (miércoles 27 septiembre de 2006) dedicada al
apóstol Tomás:
“El
cuarto Evangelio, en particular, nos da datos sobre algunas características
significativas de su personalidad. La primera es la exhortación que hizo a los
demás apóstoles cuando Jesús, en un momento crítico de su vida, decidió ir a
Betania para resucitar a Lázaro, acercándose así de manera peligrosa a
Jerusalén (Cf. Marcos 10, 32). En aquella ocasión Tomás dijo a sus
condiscípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él» (Juan 11, 16). Su
determinación a la hora de seguir al Maestro es verdaderamente ejemplar y nos
ofrece una enseñanza preciosa: revela la total disponibilidad de adhesión a
Jesús hasta identificar la propia suerte con la suya y querer compartir con Él
la prueba suprema de la muerte. De hecho, lo más importante es no alejarse
nunca de Jesús. Cuando los Evangelios utilizan el verbo «seguir», quieren
explicar que adonde se dirige Él tiene que ir también su discípulo. De este
modo, la vida cristiana se define como una vida con Jesucristo, una vida que
hay que transcurrir con Él. San Pablo escribe algo parecido cuando tranquiliza
con estas palabras a los cristianos de Corinto: «en vida y muerte estáis unidos
en mi corazón» (2 Corintios 7, 3). Lo que se da entre el apóstol y sus
cristianos tiene que darse ante todo en la relación entre los cristianos y el
mismo Jesús: morir juntos, vivir juntos, estar en su corazón como Él está en el
nuestro”.
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