La fluctuante gloria de los hombres
“Amadísimo
Jesús mío, quisiste entrar solemnemente en Jerusalén para que la ignominia de
vuestra pasión y muerte contraste con la honra y gloria que aquel día
recibisteis. Pronto se trocarán en maldiciones e injurias las alabanza y vítores
con que hoy os aclaman. Hoy dicen: Hosanna,
salud y gloria al Hijo de Davis; bendito sea el que viene en nombre del Señor.
Dentro de algunos días alzarán la voz diciendo: Quita, quítale de en medio, crucifícale”… Ahora se despojan de sus
vestidos, y después os despojaran, Jesús mío, de los vuestros para azotaros y
crucificaros. Ahora tapizan de ramos las calles que habéis de atravesar, y luego
tomarán manojos de espinas que traspasen vuestra frente. Ahora os colman de
bendiciones, y después no se cansarán de ultrajaros e insultaros. Alma mía, sal
al encuentro de tu Dios y dile con afecto y agradecimiento: Bendito sea el que viene en nombre del Señor”.
(San Alfonso María de Ligorio)
Convertir nuestra vida en un hosanna sin fin
“Cristo
debe reinar, antes que nada, en nuestra alma. Pero qué responderíamos, si El
preguntase: tú, ¿cómo me dejas reinar en ti? Yo le contestaría que, para que El
reine en mí, necesito su gracia abundante: únicamente así hasta el último
latido, hasta la última respiración, hasta la mirada menos intensa, hasta la
palabra más corriente, hasta la sensación más elemental se traducirán en un
hosanna a mi Cristo Rey”. (San Josemaría
Escrivá)
Soberanía y dependencia
“Quizá
no se ha escrito nunca una paradoja tan grande como esta: por un lado la
soberanía del Señor, y por otra, su necesidad. Esta combinación de divinidad y
dependencia, de posesión y pobreza, era consecuencia de que la Palabra o el
Verbo se hubieran hecho carne. Realmente, el que era rico se había hecho pobre
por nosotros, para que nosotros pudiéramos ser ricos. Pidió prestado a un
pescador una barca desde la cual poder predicar; tomó prestado panes de cebada
y peces que llevaba un muchacho con objeto de alimentar a la multitud; tomó
prestado una sepultura de la cual resucitaría, y ahora tomaba prestado un asno
sobre el cual entrar en Jerusalén… Para aquellos que le conocen, les es
suficiente oír estas palabras: El Señor
tiene necesidad de tal cosa”. (Venerable
Fulton Sheen)
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